Juan Hernández y Mario Molina se llevaron el Premio Nezahualcóyotl de Literatura indígena
Las obras premiadas fueron: la novela en Zapoteco “Pancho Culebro y los Naguales de Tierra Azul” y el poemario en Náhuatl “Siete flor”
Por Juan Pablo García Vallejo
Palacio de Bellas Artes, México, Feb. 24.-Se entregaron los Premios Nezahuacóyotl 2006 de Literatura en Lenguas Mexicanas a los escritores indígenas Mario Molina Cruz por su novela Pancho Culebro y los naguales de Tierra Azul y a Juan Hernández Ramírez por el poemario Siete flor, en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, cuyo jurado estubo integrado por la doctora Aralia López González del Colegio de México, Patrick Johansson de la UNAM y Donald Frischmann.
Se dijo que se está cumpliendo la profecía del escritor peruano Carlos Mariteguí, que en 1924, señalo existe una diferencia entre la literatura indigenista y la literatura indígena. La primera trata del problema social de indígena y que se produjo en los años 1920-1940. Una literatura de criollos y mestizos con un afán reivindicativo dirigida a criollos y mestizos.
La literatura indigenista no puede darnos una visión desde el punto de vista del indígena porque es una literatura de mestizos. Y llegara el tiempo en que los propios indígenas estén capacitados para producirla.
La doctora Aralia López explicó que la literatura indígena quedó al margen de los sistema educativo y restringida al ámbito familiar y doméstico. Y que en el actual proceso de globalización no se puede permitir el avasallamiento de la lengua indígena. Dejar morir a una lengua supone dejar morir a la memoria, una parte del espíritu humano. La impericia de una lengua depende de su antigüedad, en su uso que despierta sentimientos.
“Los indígenas nos hablan de sus hermanos maíz, frutos, árboles y animales como si ellos mismos sintieran en sus entrañas esa integración celular y esa relación materna con la tierra que los cobija. La mujer es amada y admirada en su escritura como una flor que te acompaña bajo el sol tierno de la mañana y comparte contigo la baisa”. Afirmo la especialista del Colegio de México.
La novela Pancho Culebro escrita en zapoteco por Mario Molina Cruz (Foto der.) nos describe el proceso de destrucción de las comunidades oaxaqueñas cuando los indígenas emigran a los Estados Unidos, se vuelven indígenas posmodernos, regresan a sus poblados y comienzan a deteriorar toda su tradición antigua. Así el nagual Pancho Culebro, con ayuda de otros naguales y un ejército de chaneques, se tiene que enfrentar con los propietarios de empresas transnacionales, autoridades municipales corruptas
El poemario Siete flor de Juan Hernández (foto izq.) escrito en Náhuatl está compuesto por siete poemas referidos a siete flores de la cultura mesoamericana.
Por su parte el profesor norteamericano Donald Frischmann señalo que estas novelas representan el arte de la palabra de dos gigantes de la literatura en lengua materna, para un país como. México que es el segundo país en el mundo con más lenguas indígenas. Comento que el peligro sobre las comunidades indígenas sigue latente
“A los gobernantes les resulta inútil la lengua indígena, les resulta estorboso que se tenga otra visión del mundo. Comentó que el peligro sobre las comunidades indígenas sigue latente.”
El poemario Siete Flor es para Frischmann una poesía exquisita inspirada en el sol, la luna, la naturaleza de la tierra huasteca.
Y el profesor Patrick Johansson expresó que ambos libros nos muestran la belleza de la oralidad indígena. Y a la vez son parte de una gran literatura de calidad que se puede equiparar a la literatura de cualquier otro país.
Sobre Pancho Culebro y los anuales de Tierra Azul, el maestro Miguel León Portilla dice en el prólogo: “Concentrándonos en esta novela podemos afirmar una vez más que Mario Molina Cruz es en verdad un creador. En esto se asemeja al dios que crea un mundo en el que actúa hombres y mujeres. Pero en su obra Mario. Como es inevitable para cuantos escriben novelas, acude a su propio y rico caudal de vivencias. Y me parece que en ellas hay dos géneros de pensamientos y aconteceres. Uno lo vincula hondamente a las raíces de su identidad. Es decir, a su ser más profundo. El otro se relaciona con sucesos que ocurren en su entorno, algunos que son de rampante amenaza y varios de auténtico valor y significado humano.”
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