Las causas perdidas en México son para los que carecen de recompensas ajenas a la ética, afirma Monsiváis
Por Juan Pablo García Vallejo
Palacio de Minería, Ciudad de México, Feb. 25 (FIL) Ante un auditorio trans-generacional que abarrotó el Salón de Actos del Palacio de Minería que acudió a rendirle un merecido homenaje por sus 70 años, el escritor y periodista Carlos Monsiváis habló de un tema que siempre le ha apasionado en su labor intelectual, las causas perdidas en México.
Comenzó señalando las victoria de Benito Juárez y los Liberales, el gobierno de Lázaro Cárdenas y el modo en que las utopías, los movimientos y trayectorias se volatilizan, se convierten en lo contrario, como señaló un fragmento del poema de José Emilio Pacheco “somos lo que criticamos hace veinteavos”.
Explicó que uno se adhiere a las causas perdidas cuando se logra el equilibrio entre la objetividad crítica y la pasión romántica. Las causas perdidas se adoptan pese a todo, son para los que carecen de recompensas ajenas a la ética.
Y paso enseguida a enlistar algunas causas perdidas como el momento de soledad de Hidalgo y Morelos antes de ser fusilados, de la traición que vivió Vicente Guerrero, del asesinato de Zapata en Chinameca, o de la impotencia de los maderistas ante el éxito de Victoriano Huerta, o de los sinarquistas y cristeros, de los sindicalistas perseguidos, encarcelados y asesinados.
La historia le da el triunfo a los vencidos en el mediano plazo, pero los aficionados a a las causas perdidas no la ven. La historia no perdona a los vencidos.
Más adelante explicó que su inclinación a favor de las causas perdidas comenzó cuando era estudiante en la preparatoria; leyó sobre la guerra civil española, las brigadas internacionales, etc. Esto le hizo nacer “el amor y con frecuencia el entusiasmo doloroso de las causas perdidas.”
Continuó describiendo cómo una huelga de inquilinos en Veracruz en 1919, dirigida por Heron Proal, motivo que las prostitutas protestaran por la defensa de su trabajo; o el caso del comunista mexicano Evelio Badillo que fue enviado a Moscú y ahí escribió “Viva Trosky” lo que le costo ser enviado por la policía estalinista a Liberia, y de regreso a México nunca renunció al estalismo.
En esta historia poco conocida de las causas perdidas que documenta Monsiváis, también hay mujeres como Juana Gutiérrez de Mendoza quien es una de las primeras feministas que en 1895 defiende los derechos de las mujeres en el ejército zapatista para que no sean abusadas y su conciencia la llevan a enfrentarse a los anarquistas de Flores Magón porque simplemente rechazan los derechos de las mujeres. Los cristeros forman parte de las causas perdidas porque no se adhieren a la jerarquía católica porque piensan que los traicionó.
Un episodio más conocido es la huelga del Sindicato Ferrocarrilero, dirigido por Demetrio Vallejo que luego de tener una huelga exitosa es llamado por el presidente López Mateos, pero él se niega a hablar sino es con una grabadora porque no pacta a espaldas de sus compañeros trabajadores. Poco después en 1959, Vallejo y otros 11 ferrocarrileros serán detenidos y sentenciados a 11 años y medio de prisión.
Un caso bastante documentado de causa perdida lo es la militancia comunista de José Revueltas que en 1939 durante un mitin en el Zócalo pone la bandera roja en la Catedral y ya desde su adolescencia conoce la prisión. Es acusado de sedición, disolución social y motín por lo que es condenado a un año de cárcel en las Islas Marías, que visitará en otras ocasiones.
Las causas perdidas atraviesan por el horror de los aparatos burocráticos en que están inscritas. Y añade el escritor que le sorprende que los simpatizantes de las causas perdidas tengan la capacidad de entender la frustración como un gaje del oficio. O que los que las encarnan vivan con una vitalidad explosiva. Y da como ejemplo cómo cuando José Revueltas fue declarado hijo predilecto de Durango les pidió a las autoridades la liberación de los presos.
Un momento culminante en la historia de las causas perdidas es el Movimiento Estudiantil de 1968 y el nivel de locura que había en los medios para difundir rumores y como se señala a José Revueltas como el principal orquestador de este movimiento social. Que había quemado camiones y demás cosas. Y recuerda que Revueltas le gustaba recitar dos epitafios: uno de ellos dice: “Dios ha de decir desde las alturas, este cabrón no cree en mí. Pero soy hijo de la chingada si no me lo traigo al cielo.”
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