Morir de periodismo, la otra historia del Uno

Juan Pablo García Vallejo

Diario cultural, México, DF, Julio 27.- Fue en el auditorio Renato Leduc del Club de Periodistas Filomeno Mata donde se presentó el trascendental libro para la historia reciente del periodismo mexicano, por que todavía muchos desconocen que esta profesión tiene más de 300 años en este país, cuyo título no es nostálgico pero sí bastante realista y algo temerario Morir de periodismo, de Marco Aurelio Carballo, publicado por la recién nacida Editorial Axial.

No es una historia tradicional de un periódico metropolitano donde se hace un análisis de contenido, la descripción de las características técnicas del formato, secciones informativas, articulistas, diseño (copiado de los periódicos españoles), comentar su línea editorial o ética periodística.

Es otra historia, la historia digamos que desconocida donde lo que importa es la vida cotidiana de los huesos, la manada de reporteros, secretarias y directivos de este periódico. Una historia exhaustiva, humorística, a veces, arriesgada que a su autor le costó muchos años escribir y que ahora nos da a conocer y apreciamos directamente la personalidad de Manuel Becerra Acosta a quien el autor llama el CDG (Ciudadano Director General), su visión del futuro periódico y de los jefes de redacción (JR1 y JR2), se relata en breves episodios la relación de la prensa con el poder, con los políticos, con otras elites de poder, y las hazañas de las más destacadas y gloriosas plumas de este periódico por obtener la princesa o nota principal y hacer una pormenorizada rememoración de las aventuras de todo tipo vividas por los reporteros de este diario.

En la sociedad mexicana la mayoría de las instituciones o agenciamientos sociales como los sindicatos, los partidos políticos, las universidades, ONG, iglesias, medios de comunicación, empresas, secretarías de Estado, las policías, tienen un discurso hacia fuera y otro hacia dentro, que sólo conocen los que están ahí y raras veces sale a la luz pública. Para los periódicos una cosa es trabajar para una sociedad democrática sin ser hacia dentro demócratas y exigir hacia fuera la transparencia a los cuatro vientos a otras elites de poder y negarla hacia dentro.

Morir de periodismo es la historia novelada del periódico Unomásuno, un periódico que leí por muchos años hasta que lo remataron y dejó de ser lo que era: el mejor periódico de México, el principal pionero de la democratización de México, que para unos comenzó en 68 y para otros en 71, con el golpe a Excélsior. Una saga periodística regida bajo el principio bíblico de ¡Creced y dividios…!. Ya en este espacio comenté hace años el libro de Manuel Becerra Acosta ó el que se le dedicó al maestro heterodoxo Humberto Batis director del suplemento cultural Sábado, por sus veinticinco años de existencia, donde se dieron a conocer los jóvenes escritores que ahora están en el poder de la República de las Letras Mexicanas y aparentemente ya reniegan de él, de Batis claro está, no del poder.

Fui a la Librería Rosario Castellanos en la deteriorada colonia Condechi, como le dice el reportero en rebeldía, Adán Atayde Sánchez, que nunca va por ahí porque vive en la periferia distópica de Tultitlán y comencé con curiosidad la lectura de este insólito libro que como ya dije no es la versión clásica, mitificada y muy manoseada del periodismo heroico que se dice “independiente” a que nos tienen acostumbrados los mártires de la prensa mexicana.

En Morir de periodismo aprendemos cuántos tipos de periodistas hay, porque hay mucha distancia entre buenos y regulares, Marco Aurelio Carballo hace todo un inventario de ellos: los que se creen ricos (¿?), los oportunistas, los ególatras, los conflictivos, las víctimas, los trepadores, los que inventan las noticias o voladores, los palaciegos o sumisos al poder de todo tipo, los anónimos, los responsables, los boquiflojos, los bien informados, los reporteros estrellas y los vanguardistas, los que no leen nada, los mal preparados, los huesos y los periodistas del motón.

Cuáles son sus inclinaciones políticas, las filias y fobias en los temas de interés general, los gustos gastronómicos, el turismo etílico por diferentes restaurantes, bares de hoteles, cantinas e inclusive ciudades sin faltar los escándalos sexuales.

Aquí no se muere por informar, morir por contar o morir por la verdad a la sociedad de las cosas que pasan y que ella ve muda y pasivamente como la dominan, aterran y amenazan diariamente diversos problemas actuales y viejos de diversa magnitud y alcance informativo. No se muere por dar cumplimiento a los artículos constitucionales del derecho a la información y a la libertad de expresión, sino por otras causas, que afectan directamente este oficio cada vez más desprestigiado a cada nueva generación.

En este libro se habla de las deterioradas condiciones de vida de los periodistas y las consecuencias de estas en la salud de los reporteros, aunque no es la primera pues la novela El bar escrita por Rubén Romero en los años convulsionados de la Revolución mexicana, donde escribe como se van muriendo su amigos uno tras otro a causa de su afición a las bebidas espirituosas y recomienda que el presidente de la República les otorgue una beca para que ya no se mueran más jóvenes periodistas. Pero dice el historiador Vicente Quitarte que sí tenían una beca, no era el famoso chayo, que es de por sí un asunto muy espinoso, del cual ya pasó hace muchísimo tiempo su Edad de Oro.

En Estados Unidos hace años se publicó el libro El mito del periodista borracho basado en decenas de películas de Hollywood de los años 1930 y 1940 donde todos, todos, los periodistas se divierten bebiendo alcohol, solo uno que no lo hace es visto como un extraterrestre.

En Morir por periodismo se aprenderá muchas frases fundamentales que sirvieron de basamento al periódico Unomásuno: “Ante el espectáculo de la vida, el periodismo es un billete de primera fila”; “se aprende a escribir escribiendo y más de escribir corrigiendo”, “Debemos crear con nuestra pobreza el gran diario…”, una verdad gigantesca “catalina decía que el sueldo no alcanzaba para llevar una vida digna…” Esta última sentencia hará reflexionar a cualquiera que quiera ser periodista y pasar su vida en redacciones y asimilar muchas decepciones, el poco reconocimiento y la inexistencia permanente de incentivos a su trabajo por parte de los directivos.

En esta obra se ve como muy a fuerzas los periodistas tienen solidaridad entre ellos sólo cuando se presenta la inevitable desgracias, sea por los ingresos hospitalarios, sea para acompañar a sus compañeros muertos por distintas enfermedades y no por informar, sea para hacer las esquelas, sea para redactar la trayectoria heroica de los reporteros.

Morir de periodismo es como dicen los historiadores o los historiadores de la cultura, la historia desde abajo, es una historia oral a partir de distintas voces, de chismes, opiniones, recuerdos de algunos de los que participaron en la creación del unomásuno y de la intensa vida de sus redacciones. El autor por ser fundador del Uno conoce desde dentro y por distintas fuentes todo lo que pasó en este periódico: cómo se originó el proyecto, la conformación de la familia periodística. Es una historia imprescindible para todos aquellos que aspiran a ser periodistas con criterio, periodistas las 24 horas del día no de medio tiempo y saber algo que no enseñan en las universidades: “morir como todo periodista quisiera morir, en circunstancias insólitas”.

Es la historia novelada de la época más innovadora y critica del periódico unomásuno, las principales anécdotas que protagonizaron directivos, los famosos JR, los huesos de las redacciones aspirantes a reporteros y las siempre sexys secretarías. Las aventuras, y desventuras, pasiones y desenfrenos fueron expuestas en los comentarios lucidos de Rene Avíles Fabila, el maestro Humberto Mussacio, Rafael Cardona del que fue por una década más o menos el periódico más importante de México.

“Ni juego irresponsable ni aventura temeraria”

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