En la XXX FIL de Minería: La vida cotidiana en la Nueva España

Los españoles desafiaron a la naturaleza.
En los conventos se hacían muchas actividades cotidianas.
Los indios y las castas vivían peor en la periferia.

Juan Pablo García Vallejo

FIL, Palacio de Minería, Ciudad de México, (Libros).- “Donde habitaron los diferentes actores que conformaban la sociedad novohispana? ¿Qué problemas estructurales presentaron sus viviendas? ¿Cómo superaron cuestiones relativas a la funcionalidad e higiene de lo que llegaría a ser una de las más impresionantes urbes? ¿Cuál era el uso que se daba a los espacios públicos en la vida diaria y en las distintas celebraciones que se llevaron a cabo a lo largo del año? Estas son algunas de las interrogantes que se plantea la maestra Pilar Maynes en la presentación del libro Vida cotidiana y espacios públicos y privados en la capital el virreinato de la Nueva España, editado por la FES Acatlán y editorial EDAMEX.

El arquitecto Carlos Astorga, de esta universidad, explicó que esta obra es un trabajo ameno, muy rico en que se tratan de forma interdisciplinaria los espacios públicos como los conventos, las viviendas, el humanismo: “Todo espacio debe ser regido por la vida cotidiana. Esta es el eje para el diseño arquitectónico”. Así explica cómo el Palacio de Minería al inicio era un colegio de mineralogía y ahora es un museo, en la construcción se sigue viviendo el espacio, se siente la arquitectura.

Por su parte la doctora Pilar Maynes señala que en los ensayos de esta obra colectiva escrita por arquitectos, urbanistas, historiadores y sociólogos, se explica cómo vivían los españoles en la traza del Centro Histórico y desplazaron clasista y racistamente a los indios y las castas a la periferia de la ciudad de México.

Los españoles hicieron la destrucción del equilibrio natural lacustre de la Cuenca de México, no entendieron la relación de la naturaleza que tenían los Mexicas. A los conventos entraban las niñas ricas para ayudar a las monjas en sus enseñanzas educativas y religiosas.

Con la arquitectura europea la ciudad de México adquirió un nuevo rostro al agregarle dinteles y demás cosas.

Era en la Plaza mayor donde concurrían todas las clases y el Paseo de la Alameda era visitado por los españoles europeos. Luego estos paseos se harían en Bucareli. Todos estos paseos se pueden ver en mapas de este tiempo.

Los templos y los recintos eran financiados por particulares con las cofradías. Y así cada templo competía con otro en el festejo de sus santos tutelares, para ver quien tenía el mejor festejo, tanto para la parte religiosa como la pagana. En un ensayo se ven los festejos, el Te Deum, las representaciones teatrales que se hacían en el Palacio Virreinal o en los conventos.

En el texto se habla también de las clases subordinadas que vivían en condiciones muy anti-higiénicas en la periferia de la Ciudad de México, y como hacían ellos sus manifestaciones culturales en las fiestas.

“El lector se sorprenderá de la vigencia de los fenómenos que abordan, por ejemplo, los tocantes a la planificación urbana, a los problemas de alcantarillado y desechos, así como al acondicionamiento de una ciudad más funcional y segura; pero también quien lea las siguientes páginas se asombrará del enorme legado social y cultural del que los habitantes de la Ciudad de México somos privilegiados herederos”, afirma la doctora Maynes Vidal.

Finalmente el coordinador de este libro, Juan Luis Rodríguez Parga, señala que las condiciones geográficas de la Cuenca de México le resultaron muy adversas a los españoles conquistadores, pues no eran las adecuadas para hacer una ciudad en un contexto lacustre. Fue en realidad un acto de soberbia de los españoles retar a la naturaleza y el querer pasar por encima de ella, lo cual hasta ahora no podemos superarla.

Y las condiciones higiénicas de la capital novohispana eran pésimas porque era un problema traer el agua a una elevada altura y luego también otro problema sacar las aguas negras. Esto se vivía cotidianamente en las calles cuando los transeúntes escuchaban ¡Aguas! Que nosotros percibimos como señal de peligro, en ese entonces era un llamado de precaución, porque sabían perfectamente que no debían pasar por debajo de algún balcón abierto a riesgo de ser empapados por los desechos nocturnos de los habitantes de esa casa. (Febrero 20/2009)

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1 comentario:

Anónimo dijo...

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