El efecto antiemo sigue


El poder inventa estigmatización para controlar

No existe una guerra entre tribus urbanas

No se respeta el derecho a la diversidad cultural


Mtro. Pablo Gaytán Santiago*

Ciudad en Movimiento, México, 16 de marzo 2008.- Como todo reality show promovido desde los medios electrónicos de comunicación, ayer sucedió el segundo capítulo del Efecto anti-emo en la Glorieta Insurgentes de la Ciudad en Movimiento, donde tuvo lugar la gresca entre emos y supuestos darks y punks que no aparecen en la escena.

Todo ello sucedió a unos pasos de la SSP-DF, institución policíaca efectiva en sus montajes para detener delincuentes pero ineficiente (a pesar de que estaban avisados) para disuadir la violencia convocada desde días antes en algún lugar de internet.

Este otro evento fomenta la ficción periodística de una imaginaria "guerra entre tribus urbanas", desatada por inexistentes "punketos" y "darketos". ¿A quién le interesa fomentar esa guerra?

Recordemos que estos sucesos nimios de repente encienden loa ánimos juveniles para desatar guerras intestinas entre jóvenes con el fin de generar una violencia preventiva, lo que quiere decir, evitar la organización social y política juvenil. Ahora resulta que los jóvenes se andan peleando nada más porque entre ellos se “fusilan” sus formas de vestir.

Si el efecto volvió a resultar hay que preocuparse tanto de la capacidad movilizadora por internet (movilización electrónica de masas) como por las triviales causas de la violencia. Según los testimonios de algunos asistentes a la convocatoria, la movilización se debe a la "expropiación" de sus formas de vestir y de sus símbolos. Es decir, que los jóvenes están siendo movilizados “picando” sus emociones. Ahora se han desatado los celos juveniles. Se han despertado los instintos básicos para victimizar a unos y estigmatizar a otros.

Se promueve mediáticamente una “guerra tribal” juvenil, utilizando conceptos antropológicos y sociológicos creados desde hace algunos años por los juvenólogos de varias universidades e instituciones de educación superior. Con las teorías de la cultura juvenil, las identidades y las tribus han contribuido a alimentar el imaginario dominante y, con ello, las instituciones policíacas y a los medios de comunicación, retoman estos conceptos ideales como el de “tribus urbanas” que embonan con la distopía social en la que viven nuestras ciudades.

Desde las grandes compañías de ropa y música se promueve la venta de accesorios y servicios tribales (tatuajes, perforaciones, peluquerías) y desde las instituciones educativas se ve a los jóvenes como chavos tribales. Estas ideas contribuyen a la despolitización juvenil; ya no importan las condiciones económicas de los jóvenes o su condición laboral y escolar, lo que importa es la pertenencia a una “tribu” con una identidad cerrada y “auténtica”.

El efecto ha sido tal, que desde hace tiempo muchos jóvenes utilizan en su vocabulario la idea de “identidad” y “tribu”, lo cual ha dado como resultado la aparición de "rivalidades miméticas". Ahora los miembros de cada imaginaria "tribu" envidia a la otra, la cela, compiten entre ellos, no se pueden ver entre sí.

Cada tribu un gueto, cada grupo una trinchera. Lo peor, es que poco a poco se va aflorando al interior de los grupos y de los movimientos (contra) culturales y sociales conductas xenófobas, actitudes heterófobas, policíacas, intolerantes y de resolución de las diferencias políticas bajo formas violentas, un auténtico caldo de cultivo para quienes buscan la confrontación entre los jóvenes de la misma condición social.

Por esos motivos cualquier convocatoria a la violencia tiene eco. Es la guerra entre jóvenes que tienen identidades cerradas, pero en realidad se trata de una guerra mediática, porque asistimos a una confrontación donde todavía no aparecen los “darketos y punketos” a quienes los medios identifican como los malos de la película.

Llamarlos “darketos" y "punketos" son acepciones peyorativas y estigmatizantes que provienen del lenguaje de los juvenólogos. Y cuidado, porque la historia reciente nos indica cómo se inventan los fantasmas mediáticos. Recuérdese el caso del movimiento estudiantil de 99 en la UNAM; en ese año los especialistas y los medios en lugar de caracterizarlos de acuerdo a su perfil ideológico optaron por crear las corrientes "ultras" y "moderadas", roles rápidamente asumidos por las distintas corrientes al interior del movimiento. Los “moderados” se comenzaron a rapar la cabeza y los “ultras” se comenzaron a pintar sus cuerpos, lo que trajo como consecuencia la pérdida de orientación del movimiento para sumirse en la “guerra tribal” entre moderados y ultras.

Volvemos a la misma historia de una violencia mediática como una forma preventiva de expresiones contraculturales y organización social y política de los jóvenes. Se trata de crear reacciones sociales que tiendan a la movilización violenta. Movilizaciones esas sí, emocionales que serían desublimadas (Marcuse, dixit) mediante el estigma y la autorregulación emocional de los grupos perseguidos, en particular los que se reclaman anticapitalistas y mediante la represión callejera. Deberíamos de estar atentos para que las guerras intestinas entre iguales no se repitan.

* Sociólogo especialista en cultura urbana y las culturas juveniles

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente análisis, lo felicito por su visión tan aguda de los hechos